Biden y Putin se han enfrascado en una lucha de poder donde están llevando al mundo al tiempo de la Guerra Fría, época en la cual la amenaza de una guerra nuclear era tema de todos los días
Gustavo Solera
No es octubre de 1962, los líderes no son John Fitzgerald Kennedy ni Nikita Jrushchov, presidentes de Estados Unidos de América (EE.U) y de la Unión Soviética respectivamente. Son Joe Biden y Vladímir Putin los que tienen al mundo pendiente de hilo, o como en el caso de la “espada de Damocles” de un pelo del crin de un caballo.
En aquel momento, los rusos instalaron armas destructivas en Cuba, sempiterno aliado del comunismo y enemigo “gringo”. Esta maniobra generó un evento conocido como “la crisis de los misiles de Cuba”, el mundo estaba a segundos de un nuevo conflicto armado, era los comienzos de la Guerra Fría.
Para suerte de la humanidad la temperatura bajó, la guerra de espionaje no pasó a más, solo acusaciones de un bando a otro, llegó la caída del Muro de Berlín lo que zanjó un duro golpe al comunismo radical soviético, la perestroika impulsada por Mijaíl Gorbachov terminó de socavar los cimientos de una potencia que tuvo en vilo al mundo entero.
Todo era paz y “armonía” entre las potencias de Estados Unidos y Rusia, esto hasta ahora. Desde aquel lejano octubre las tensiones no se habían elevando tanto entre los dos países, incluso la invasión de Rusia a Ucrania molestó a los americanos, pero a pesar de las amenazas, no dejaron de ser eso.
El tono se elevó considerablemente y es que el presidente Biden realizó una maniobra que pone en la palestra una crisis real para todo el planeta, visitó Ucrania. Claramente esta acción molestó a Putin y a los ocupantes al este de la Plaza Roja, el Kremlim.
A raíz de esa visita, el líder ruso anunció que su país suspende el tratado de armas nucleares firmado con EE.UU., no es una afirmación menor, una clara muestra de poder.
Horas después, en Varsovia, Polonia, el inquilino de la Casa Blanca pronunció un discurso donde advirtió a Rusia de que su país seguirá ayudando a Kiev, anunció que la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) respalda a Ucrania y dijo que «Por el amor de Dios, este hombre no puede seguir en el poder», refiriéndose a Putin.
Los presentes se preguntaban si estaba pidiendo la destitución de su homólogo ruso, catalogado como una metedura de pata, algo que los asesores empezaron a retractarse casi de inmediato.
Este menudo enredo se está tornando complejo, como perros de razas bravas se están azuzando uno al otro, a la espera de ver quién da el primer ataque, lo que permitiría que más países se involucren en lo que podría ser una devastadora guerra para la humanidad.
Ya EE.UU. no necesita instalar cohetes en Turquía como a inicios de los 60`s para alcanzar suelo ruso, ni los euroasiáticos necesitan de Cuba para amenazar a los “yankees”, pero los acontecimientos de los últimos días deja en vilo (una vez más) a la humanidad, ya que sin ser James Bond o Jack Ryan en la ficción, ni mucho menos Oleg Penkovsky o Greville Wynne en la realidad, está claro que los misiles están apuntando a Washington y Moscú, mientras el mundo observa distraído por platillos voladores a la espera de ver quién aprieta el botón del fin del mundo, donde al igual que en los tiempos de la Guerra Fría, cuatro minutos no serán suficientes para despedirnos.
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