El misterio de la muerte de Hitler a 80 años de ese suceso

La muerte del tirano dictador puso casi fin a la Segunda Guerra Mundial, pero sembró las bases para que iniciara otro conflicto, la Guerra Fría

Todos los medios del mundo anunciaron la muerte del hombre que puso en vilo a la humanidad.


Redacción

El 1 de mayo de 1945, Radio Hamburgo anunció al mundo la muerte de Adolf Hitler, el líder del Tercer Reich. Según la emisora, el Führer había caído «luchando hasta su último aliento en contra del bolchevismo y por Alemania». Pero ya entonces, el escepticismo reinaba. The New York Times advertía en su edición del día siguiente: «Hitler había sido tan bandido que algunos creen que era incluso incapaz de morir honestamente». Ocho décadas más tarde, el misterio y las teorías en torno a su muerte continúan generando debate.

Los últimos días en Berlín

Con la caída inminente de Berlín ante el Ejército Rojo, Hitler se había refugiado en el búnker de la Cancillería desde enero de 1945. A medida que las fuerzas soviéticas avanzaban, la tensión en el refugio subterráneo se volvió insoportable. El 30 de abril, tras casarse con Eva Braun -un día antes-, ambos se suicidaron. Él se disparó en la cabeza y ella ingirió cianuro. Sus cuerpos fueron parcialmente incinerados en el jardín de la Cancillería por sus colaboradores más cercanos.

Los soviéticos hallaron los restos el 5 de mayo. Aunque los cadáveres estaban calcinados, lograron identificar a Hitler gracias a la dentadura, confirmada por su historial médico y su asistente dental, Käthe Heusermann. A pesar de ello, Moscú ocultó los hallazgos durante décadas, alimentando con su silencio teorías de conspiración en todo el mundo.

El juego político y la desinformación

Josef Stalin tenía razones para callar. Según historiadores como Anthony Beevor y Luke Daly-Groves, el líder soviético intentó utilizar el misterio para deslegitimar a Occidente en el incipiente escenario de la Guerra Fría. Incluso sugirió que Hitler podría haber escapado a España o América Latina, pese a que ya conocía la verdad. La estrategia era clara: desinformar para obtener ventaja política.

Durante ese tiempo, los soviéticos mantuvieron en secreto a testigos clave del búnker y trasladaron varias veces los restos de Hitler. Finalmente, en 1970, sus cenizas fueron lanzadas al río Biederitz para evitar que su tumba se convirtiera en un símbolo neonazi.

El eco de la fuga: América Latina en la mira

A pesar de las pruebas forenses, la narrativa del Hitler fugitivo ganó terreno en América Latina. En julio de 1945, el FBI (Buró de Investigación Federal, por sus siglas en inglés) recibió informes que lo ubicaban en una finca argentina, a 700 kilómetros de Buenos Aires. Aunque la denuncia fue descartada, quedó archivada como una de muchas especulaciones similares.

Investigadores como Abel Basti promovieron la idea de que Hitler vivió en el sur de Argentina hasta los años 60. Señalaron lugares como Bariloche y la Patagonia como su refugio. A esto se sumaron avistamientos en Brasil, Paraguay, Colombia e incluso en Europa. Documentales como Hunting Hitler, producidos en EE.UU., alimentaron aún más la leyenda, explorando rutas de escape reales —las llamadas ratlines— que sí permitieron la fuga de otros jerarcas nazis como Josef Mengele y Adolf Eichmann.

Las coincidencias físicas con supuestos «dobles», los testimonios fragmentarios y el secretismo soviético sirvieron de combustible para alimentar estas versiones, aunque carecen de evidencias concretas.

La verdad forense

La mayoría de historiadores y expertos en odontología forense coinciden en que el cadáver hallado por el Ejército Rojo en mayo de 1945 era efectivamente el de Adolf Hitler. En 1973 se ratificó mediante análisis dentales. En 2009, Rusia confirmó que las cenizas habían sido destruidas décadas atrás, aunque aún conserva la mandíbula y un fragmento de cráneo en sus archivos estatales.

En cuanto a las circunstancias de su muerte, algunos investigadores, como Jean-Christophe Brisard y Lana Parshina, sugieren que Hitler ingirió cianuro antes de pedir que lo remataran. Otros sostienen que se disparó en la sien o en la boca. Las diferencias en los detalles no cambian la conclusión central: murió en Berlín, acorralado y temeroso de rendirse como lo había hecho Benito Mussolini días antes.

¿Mito o necesidad?

La persistencia del mito de la fuga responde, en parte, al deseo de imaginar justicia divina o la rendición de cuentas que la historia, según algunos, no ofreció. También al magnetismo popular por los enigmas históricos. Que Hitler haya huido y vivido en el anonimato satisface una narrativa poderosa, aunque carente de fundamento.

Hoy, 80 años después de su muerte, la figura del dictador que prometió un imperio de mil años sigue provocando debate. Pero más allá de las teorías, la historia documentada señala con claridad su final: un hombre derrotado, encerrado bajo tierra, que eligió la muerte antes que enfrentar su destino.

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